Como un péndulo de acero irrefutable
me pesa
un poco más bajo que la garganta
el mecanismo estéril de segundos
baldíos
por pasar.
Como un abismo extiende
la llanura
su sonrisa de triunfo
inamovible
en su eterno, exultante sin pena ni gloria.
Quién te mandará tocar
el espejismo de savia
que pende como una gota
que es caer y extinguirse a la vez.
Creíste -sonrisa de una vez más-
que la vida de una hoja
extraviada
puede ser la raíz que te taladra
en un continuo amenazar de nuevos brotes
tiernos.
Ríes, ríes infinitamente
de rodillas en el abismo;
ríes por la facilidad con que el fluir latente
aún te engaña.
Hastías con tu verso, siempre el mismo.
No finjas algo bello y echa a andar.