viernes, 12 de marzo de 2010

Rendija


Tus cabellos se derraman
ocupando
todo el mundo de mis ojos.
Tu brazo se estira lento,
tantea
hasta encontrarme en lo oscuro.

Yo respondo, aunque sé bien
que no puede durar más
de lo que tarde la luz en colarse
delatora
por la unión de la persiana.

¿Y después?

Asomarme cada día en el espejo,
contemplar cómo se borran
las marcas que me dejaste
por fuera.
Del rojo al gris, del gris al malva.
El regusto de profundo desengaño
que se esconde en la mirada de aquel que todo lo acata
porque nada más espera.

Triste mansedumbre para con uno mismo
del mañana que es ahora,
del ahora que me ahoga
con aquel hilo de luz
a través de la rendija,
que me aprieta bajo el cuello
a una brizna de llevarte
de nuevo.

Consciente de que una cosa
es la opinión del momento,
otra el luego en que el ahora se transforme
y otra el absurdo esfuerzo
que haré para distinguirlas,
amanece.

2 comentarios:

  1. y siempre que amanece se termina una batalla

    y al final, todas las heridas se difuminan con el pasar de las horas y la altura del sol...

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  2. Amanece y nuestros anhelos y sueños se desvanecen, la sombra amenazadora de nuestros deseos se alejan cual caja de pandora al ser descubierto ese velo (el sol, la luz).

    Me ha gustado mucho este poema

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