Sólo sé escribir en la tristeza, sólo me salen palabras cuando la zozobra me agarra y ahoga, y no suelta, hasta que la pongo en imágenes como una catarsis, más bien como una amputación. Pero cuando te tengo como ahora, no se me ocurren más que frases encorsetadas, no sé decirlo de otra forma que el resto de mortales. Y me enrabieto por ello, porque no es menos auténtica la felicidad que las desgracias. Y sin embargo no sé describir lo que es que me recorras, que me asaltes, que te entregues a mí. No acierto con la imagen de tu cuerpo abrazado con fuerza, sudor, bloques soldados, asidos. No encuentro el posarse de tus labios, tu forma de mirarme en momentos como ese, cuando mi cuerpo es bello por deseado. No abarco la luz, la belleza que irradian tus líneas sin saberlo; y me duele recordarlo, por pensar que puede caber tanta perfección en un momento. Sospecho que todo te lo quedas tú, a cambio de tenerte, que sólo podré yo poseerlo el día que te pierda. Y me niego a hacerlo, como si no hubiera habido ya suficientes partos literarios en el mundo. Así que tendrás que quedarte con palabras vulgares, comunes, porque esta vez no me resigno, y desisto de encerrarte en el presente inmutable, e inasible, de una imagen.
jueves, 21 de junio de 2012
Ceci n'est pas une pipe.
Sólo sé escribir en la tristeza, sólo me salen palabras cuando la zozobra me agarra y ahoga, y no suelta, hasta que la pongo en imágenes como una catarsis, más bien como una amputación. Pero cuando te tengo como ahora, no se me ocurren más que frases encorsetadas, no sé decirlo de otra forma que el resto de mortales. Y me enrabieto por ello, porque no es menos auténtica la felicidad que las desgracias. Y sin embargo no sé describir lo que es que me recorras, que me asaltes, que te entregues a mí. No acierto con la imagen de tu cuerpo abrazado con fuerza, sudor, bloques soldados, asidos. No encuentro el posarse de tus labios, tu forma de mirarme en momentos como ese, cuando mi cuerpo es bello por deseado. No abarco la luz, la belleza que irradian tus líneas sin saberlo; y me duele recordarlo, por pensar que puede caber tanta perfección en un momento. Sospecho que todo te lo quedas tú, a cambio de tenerte, que sólo podré yo poseerlo el día que te pierda. Y me niego a hacerlo, como si no hubiera habido ya suficientes partos literarios en el mundo. Así que tendrás que quedarte con palabras vulgares, comunes, porque esta vez no me resigno, y desisto de encerrarte en el presente inmutable, e inasible, de una imagen.
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Precioso
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